La Acrópolis de Atenas es uno de esos lugares que se debe visitar por lo menos una vez en la vida. Es un lugar que representa todo lo que la antigua civilización griega aportó a la humanidad y a la historia. Por eso, para aquellos que no han tenido oportunidad de visitarla en persona, aquí comparto con ustedes lo que yo aprendí durante mi recorrido.
Esta acrópolis está localizada en uno de los puntos más altos de la capital griega por razones estratégicas, pues les permitía observar mejor al enemigo. En caso de una invasión, los ciudadanos de Atenas podían subir a la cima y refugiarse en el imponente Partenón.
El Partenón era el templo sagrado ubicado en la cima, cuyas ruinas son hoy el mayor símbolo de la Grecia Clásica; el mismo estaba dedicado al culto de la diosa Atenea, protectora de Atenas.
Ella era la diosa de la sabiduría, de la razón y de la guerra justa. Sin embargo, y a pesar de su protección, la ciudad fue invadida muchísimas veces. Como consecuencia, el Partenón pasó de mano en mano. Fue mezquita durante 400 años, templo cristiano ortodoxo y también iglesia católica dedicada a la Virgen María.
Hoy esta maravilla de la arquitectura es un patrimonio de la humanidad.