He tenido la dicha de visitar varios cenotes abiertos – o dzonoot, en la lengua maya, que significa hoyo con agua – pero en esta ocasión, opté por aventurarme a uno subterráneo. Los cenotes de la península de Yucatán son maravillosos, específicamente el de Chaak Tun en La Riviera Maya, en el cual viví una experiencia fascinante.
Después de bajar a una cueva, mis amigas y yo entramos al cenote y brincamos al agua friísima en medio de la oscuridad. Al encender nuestras linternas submarinas descubrimos un mundo mágico de estalactitas. Con las máscaras de buzo también descubrimos las impresionantes estalagmitas debajo del agua.
Hay que nadar con mucho cuidado para no chocar con las formaciones porque un solo golpe puede arruinarlas. La caverna estaba habitada sólo por murciélagos, arañas y uno que otro pez gato.
Aquí les tengo información sobre los cenotes que copié del internet ¡y es súper interesante!
Su creación se remonta a millones de años, en la última Era del Hielo. La Península de Yucatán era una zona cubierta de mar, el cual al descender, dejó la barrera de coral expuesta que dio origen a un suelo de piedra caliza. La piedra caliza al ser muy porosa, permite la filtración del agua de lluvia que llena los numerosos túneles y cavernas del subsuelo, que forman los ríos subterráneos. Al irse desgastando la piedra caliza, ésta se desploma dando lugar a los cenotes.
Los antiguos mayas tenían una fuerte conexión con los cenotes, ya que eran su fuente de agua, y también los consideraban la entrada al inframundo. Estas pozas de agua cristalina existen en pocos lugares en el mundo, y la Península de Yucatán tiene la extensión más grande, con aproximadamente 10,000 cenotes distribuidos en su territorio.