Siempre que visito un nuevo país, ya sea de vacaciones o por trabajo, no dejo de probar la cocina local. De esa manera, he descubierto sabores dignos de recordar. Lo mismo trato de inculcarle a mis hijos para que expandan los horizontes de su paladar.
La comida es como el idioma: un lenguaje de sabores que no sólo incluye la sazón y los ingredientes, sino que también refleja la cultura de dónde proviene. De la misma manera que te enriqueces como persona cuando aprendes otro idioma, tus horizontes culturales se expanden cuando vas incorporando comidas diferentes a tu paladar.
Por ejemplo, ahora que estuve de visita en Turquía quise que mis hijos no sólo probaran la comida turca, sino que fueran más allá. Por eso los llevé a un restaurante de comida en Estambul especializada en los platillos preferidos de los sultanes durante el imperio otomano. Degustar ese menú nos ayudó a entender mejor cómo se vivía en ese período de la historia y fue como un viaje al pasado.
Por cierto, una de mis cocinas favoritas es la cocina de la India. ¡Las especias que se usan son un verdadero viaje sensorial! Si te lanzas, ve más allá del típico platillo con curry. Atrévete a probar algo del menú que ni siquiera entiendas. ¡Te sorprenderás!
En fin, en las grandes ciudades hay restaurantes que ofrecen comidas de diversas partes del mundo y para todos los bolsillos.
Lánzate en una aventura culinaria, pero asegúrate de que no sea una versión americanizada de esa cocina que buscas experimentar.
¡Lo importante es encontrar un restaurante local que ofrezca platillos genuinos para que puedas probar algo auténtico de verdad!