Cuando llegué a mi hotel en Florencia la habitación no estaba lista y nos tocó esperar dos horas. Caminamos por la ciudad repleta de turistas en 102 grados Fahrenheit para matar el tiempo y cuando llegamos de regreso al hotel sudados y agotados nos llevamos la grata sorpresa de que por la inconveniencia nos habían dado la mejor habitación: justo encima del Ponte Vecchio con una espectacular vista del Río Arno.
¡Grazzie Florencia!