Parece mentira que hace un siglo circularan trenes por su interior y que haya estado a punto de ser demolido en los años setenta, pues la importancia actual y categoría del Museo de Orsay es innegable.
El museo alberga la mayor colección de obras impresionistas del mundo, incluyendo pintura y escultura. Su arquitectura también es impresionante.
Cronológicamente, este museo cubre la historia del arte entre los maestros antiguos, (que están en el Museo del Louvre), y el arte moderno y contemporáneo (presentes en el Centro Georges Pompidou). Una de las ventajas del Orsay respecto al inmenso Louvre, es que se puede recorrer en un solo día.
Entre las pinturas imperdibles figuran varias que inmortalizaron a maestros del impresionismo como Monet, Renoir y Manet.
Ésta obra es el Nascimento de Venus, por William-Adolphe Bouguereau. Fue pintado en 1879.
De Édouard Manet, el museo contiene 39 pinturas y 12 pasteles. La Olympia de Manet es una de las joyas del museo.
Aquí esta Julián frente al cuadro de Thomas Coutoure que ilustra la decadencia romana.
Pero quizá una de las experiencias más sustanciosas para el visitante de esta pinacoteca parisina, es tener la oportunidad de apreciar algunas de las pinturas más famosas de uno de los más grandes maestros de la pintura post impresionista: Vincent van Gogh.
Este cuadro es la Habitación de van Gogh en Arles. El Museo de Orsay posee 26 pinturas de van Gogh, entre las cuales destacan Noche estrellada sobre el Ródano, Naturaleza muerta y la Iglesia de Auvers.
El Autorretrato de van Gogh, 1889.
El museo se puede ver en un corto recorrido que puede hacerse en un día y no deja nada para ver. Y no te pierdas la vista de la ciudad desde sus enormes relojes.
Ni tampoco un almuerzo en uno de sus varios restaurantes.
El Museo de Orsay me encantó, ofrece al visitante el deleite de sumergirse en lo mejor del arte antiguo y su salto al arte moderno.