Siempre he trabajado mucho porque me apasiona lo que hago, y esa pasión me sirve de gasolina para rendir más. Hoy en día, que paso más tiempo en el estudio y no salgo tanto a la calle como al principio de mi carrera, tengo un horario mucho más cómodo.

Mis programas están prácticamente encaminados y tengo un equipo de trabajo excelente, entrenado por mí, que casi me lee la mente. Aún así, ¡hay épocas en las que el tiempo no me alcanza para hacerlo todo!

La clave para mantener el balance todos estos años ha sido entender precisamente que no siempre se logra ese balance. Hay periodos en que tus hijos y tu familia te necesitan más que otros y lo mismo sucede con el trabajo.

Usualmente, cuando le dedicas mucho tiempo a uno de estos dos mundos, el otro sufre. Y ahí viene la angustia de tratar de estabilizar la ecuación de nuevo.

El ser muy disciplinada y ordenada por naturaleza me ayuda en el día a día. Por ejemplo, todo lo apunto, llevo un calendario férreo donde tengo todos mis compromisos y los de mis hijos, y hago muchas listas de todas las cosas pendientes.

Al final del día, si uno dio el máximo y no salió todo a la perfección como uno quería, se debe ser flexible y no tan duro con uno mismo. Siempre existe mañana para retomar y seguir adelante con disciplina y pasión.