En estudios llevados a cabo en Hungría se confirmó lo que yo siempre he creído, que las personas somos capaces de reconocer lo que un perro está tratando de expresar, por la forma en que ladra. El ladrido de un perro es su lenguaje para comunicarse con nosotros. Es como si el perro hablara y nosotros los humanos entendiéramos. Mi “Luna” me deja saber que tiene hambre porque ladra bajito y coloca su hocico sobre mi pierna.
Otro ejemplo: cuando quieren salir a pasear, el tono del ladrido es diferente a cuando están protegiendo la casa.
Los perros son lobos domesticados… pero los lobos sólo aúllan cuando hay peligro; en cambio, en el proceso evolutivo durante el cual se domesticaron, los perros desarrollaron la destreza vocal para ladrar y emitir diferentes sonidos con diferentes tonos y decibeles… presuntamente para dar a conocer lo que quieren o sienten.
Por eso sabemos la diferencia entre el ladrido de un perro que nos alerta de que hay un intruso, del gemido que hacen si les duele algo, cuando quieren salir, cuando están ansiosos por un relámpago y hasta cuando tienen hambre o quieren jugar.
Los perros tienen una extraordinaria capacidad social. Otra serie de estudios han concluido que los perros tienen la capacidad de leer nuestras emociones… de saber si estamos tristes, furiosos o alegres; una capacidad que han desarrollado para sobrevivir, pues al “leernos” saben si en algún momento pueden estar en peligro si un humano quisiera hacerles daño.
Son capaces de buscar algo cuando se lo apuntamos e incluso cuando miramos un objeto para indicarles en qué dirección ir. Algo que no hacen otros animales. Está confirmado que los cachorritos de hasta 6 semanas de nacidos son capaces de interpretar los gestos humanos.
Un perro adulto promedio tiene la capacidad de un niño de 2 a 3 años… y al igual que a los niños, ¡hay que tratarlos con mucho amor!