Una linda tradición en la secundaria de mi hijo Julián es que todos los años, cada uno de los estudiantes a punto de graduarse coloca un ladrillo con su nombre en el camino hacia las aulas.
¡Es una forma simbólica de que cada graduando deje su marca!
Después de la ceremonia, la cual tiene lugar 5 días antes de la graduación, los homenajeados van a comer con sus padres y maestros en la cancha del colegio. Este año, las mesas estaban decoradas con mensajes motivadores y a cada estudiante le regalaron una frazada con la iniciales de la escuela, supongo que para que puedan enfrentar al mundo exterior que puede ser muuuuuy friooooo.
Estando allí, me llevé la grata sorpresa de que Julián fue ¡el número uno en la clase de español avanzado! Para mí, esa es una gran satisfacción pues todos los días lucho con mis hijos ¡para que hablen español en casa! Seguramente a muchos de ustedes también le sucede lo mismo.