“Siempre he dicho que uno se convierte en buen marinero sólo cuando aprende a navegar en las tormentas.”

Tengo un espíritu indomable y vivo cada experiencia con pasión e intensidad. Amo a la naturaleza y no tolero los abusos ni las injusticias. Mi mayor cualidad es que soy una amiga extremadamente leal. Eso viene de la mano de uno de mis defectos – que en lo personal, a veces soy un poco ingenua. El saber perdonar y olvidar es un regalo invaluable, porque no se puede avanzar en la vida si uno carga con resentimientos.

Mi papá, que fue un educador y político muy reconocido en Puerto Rico, siempre me enseñó la importancia de tener los pies en la tierra. A través de sus experiencias comprendí a temprana edad que cuando estás arriba todo el mundo te celebra y cuando estás abajo todo el mundo te abandona. La fama y la fortuna van y vienen, la única constante que te salva de los demás y de ti mismo es mantenerte fiel a tus convicciones y a tus raíces.

Mis hijos son mi mayor tesoro…

Julián, el mayor, es brillante y muy sensible. Se parece a mi en que siempre está analizando la vida de manera intensa y profunda.

Adrián, es el que conquista corazones. Cuando se termina el año escolar las maestras lloran porque él se va. Nos parecemos en que somos capaces de entablar una conversación con cualquiera y en que no tenemos miedo de decir las cosas como son.

Lara, es la más parecida a mi. Es independiente, fuerte de carácter y segura de sí misma, pero con un lado suave cuando tiene que serlo. ¡Le gusta la aventura y le tiene miedo a muy pocas cosas!

Y mis padres, mi fortaleza…

Mis padres son José Enrique Arrarás y Astrid Mangual. Después que se divorciaron, cada uno tuvo más hijos, por lo que tengo 8 hermanos en total. Vivo orgullosa de mis raíces puertorriqueñas, y cumplo años el 27 de septiembre. Para mi un día feliz es un día con mis hijos: sin tecnología, con mucha naturaleza, rodeada de animales y verdor… riendo.